sábado, 25 de mayo de 2013

Vigésimo tercer capítulo

BUENAS BUENAS BUENAS BUENAASSSSS
Venía por aquí y quería celebrar mi primer cumpleaños con este blog... Lo hizo el pasado 14 de mayo *-* Quería haber tenido el capítulo para ese día...Pero me fue imposible :S
Con suerte,hoy ya la tengo aquí, ya queda menos para el final akjdbhijdbgj
La verdad es que tengo ganas, no me lamento para nada de este blog,pero tengo ganas de acabarlo y ponerme con otros proyectos que están a caballo entre mi mente y mis apuntes jajajajajajajaja Espero que disfrutéis de Bella y que reviváis un poco el querido libro de nuestra Suzanne, un besazo enorme para todos <33


Observaba con los brazos cruzados como la gente de mi distrito llenaba lentamente la plaza. El aviso ya había sido hace bastante rato, pero la gente no tenía ninguna prisa por saber quiénes serían los “valientes” que representarían al Distrito 4 en la septuagésimo cuarta edición de los Juegos. La verdad, yo tampoco, estaba harta de aquello. Era demasiado doloroso ver como cada año perdías a dos niños que estaban a tu cargo. Las largas y tristes miradas de sus familias cuando volvías al distrito se hacían muy pesadas. No aguantaba más, me levanté y puse una excusa para poder evitar la elección e ir directamente a descansar a mi cuarto en el tren.

Recorrí los vagones de manera lenta observando cada uno de los detalles del tren. A parte de un par de remodelaciones, el tren seguía tal y como era cuando yo fui a la arena. Cuando Douglas vino conmigo. Douglas. Ese nombre me oprimía el pecho. En ocasiones le echaba tanto de menos que me sentaba a llorar durante horas, a veces días, sobre todo cuando Miles estaba en el Capitolio por algún asunto de trabajo. Y lo estaba en ese momento.
Llegué hasta mi habitación y me tumbé en la cama, y me puse a llorar quedándome dormida.
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 Me sobresalté ligeramente cuando escuché la voz salir de la televisión: Retransmitían las cosechas de los distritos. Observé durante un instante los tributos de mi distrito, era un niño de unos doce años con unos prominentes rizos y ojos azul claro y la chica tendría alrededor de catorce años, una larga cabellera negra y unos ojos marrones. Sus nombres eran Ethan y Tara* respectivamente.
Miré el reloj. Era la una de la mañana, sentía como el tren viajaba a la velocidad de la luz. Los tributos hacía horas que estaban en el tren y habíamos empezado a viajar. Probablemente llegáramos al Capitolio en menos de una hora.
Seguí mirando el resto de cosechas, pero creí que mi corazón se paraba al llegar al distrito 12. Un chico rubio y una chica de pelo oscuro se daban un apretón de manos. El chico, dijo el presentador, se llamaba Peeta Mellark y era hijo de unos panaderos del lugar. Salía mientras tanto un primer plano suyo. Era guapo. Pero cuando salió el primer plano de la chica, mis sospechas se comprobaron y me dejaron horrorizada. Era Katniss. Katniss había sido seleccionada. O eso creía hasta que el locutor realizó un breve resumen de la jornada acompañado de imágenes intermitentes. Prim, mi otra nieta, había salido en la papeleta, pero ella era tan joven –solo doce años- que su hermana se había presentado voluntaria por ella. Era algo inusual en los distritos de la periferia incluso entre hermanos. Eso fue algo que dio mucho de qué hablar sobre todo en el inicio de los juegos.
Rodé por la cama durante una unidad indeterminada de tiempo, pero finalmente caí en terribles pesadillas. Mi nieta parecía fuerte, sí, pero ¿Acaso no lo eran los demás? Había observado con atención los tributos del uno y del dos, y ese Cato tenía un aspecto bastante… violento.
Me desperté muy pronto y me vestí rápidamente con la ropa que había preparado un avox en la silla continua a mi cama. La habitación tenía un color morado que a mí no me gustaba y le daba un aspecto lúgubre. Al llegar al comedor me senté en la silla de caoba. No había nadie más por allí y al comprobar el reloj me di cuenta de que tan solo eran las cinco de la mañana. Lo que me había despertado había sido el paro del tren en la parada. La gente del Capitolio solía ir a recibir a los tributos a la estación, pero no se esperaban que algunos llegaran a esas horas. Suspiré y esperé durante un rato hasta que el resto de la gente que ocupaba el tren se despertaba.
Mi compañero como mentor, Henry, fue el primero en acudir. Se sentó y me habló durante largo rato sobre cómo se ganaba la vida su hija mayor. Yo me limitaba a sonreír y a escuchar, pues no quería que si me preguntaba algo sobre mi familia pudiera nombrar sin querer a mi hijo muerto o a mis nietas que no me conocían.
Ya el sol despuntaba en el horizonte cuando Ethan y Tara hicieron su aparición. Me levanté y me dirigí hacia ellos con la mejor de mis sonrisas.
-Buenos días chicos, ayer no tuve ocasión de presentarme. –Les tendí la mano, pero ellos parecían tan asustados que dudaban si darme la suya.- Mi nombre es Bella, y voy a hacer todo lo posible para que… bueno, esto sea lo más llevadero posible
Hice una mueca y bajé la mano. No podía prometerles que iban a regresar a casa porque ni yo misma lo creía. Las pocas veces que había prometido eso algún tributo había sufrido viendo su muerte, en la que sus ojos parecían estar diciéndome: “Me prometiste que saldría con vida y no lo has cumplido.” Era una sensación francamente terrible.
No se mostraban muy participativos conmigo. Tomaron su desayuno y a las nueve de la mañana nos vinieron a buscar los coches oficiales para hacer nuestro traslado al Centro de Entrenamiento. Entramos en el lujoso vestíbulo y enseguida subimos a la planta cuarta, la planta que correspondía a nuestro distrito. Todo aquello me evocaba recuerdos de mis días pasados allí. El silencio se disipó en el ascensor cuando nos encontramos con el que sería estilista de Tara y que un día fue el mío: Jeard. Todavía seguía siendo muy alto, pero su moreno se había apagado conforme pasaban los años y se había teñido el pelo de rubio casi blanco para evitar que se notaran sus canas. Sonrió al verme y me abrazó efusivamente. Yo le correspondí.
-¡Por dios amor! ¿Cuántos años hacía que no coincidíamos en unos juegos? Casi diría que desde los tuyos –Echó una profunda carcajada- ¡Madre mía cuanto has perdido! –Miro mi pelo escandalizado-¡Está claro que necesitas un tinte totalmente, las canas no te favorecen!
Negué sonriendo. Pronto se puso a hablar con los tributos, charla que continuó incluso al llegar al salón de nuestra planta. Todo seguía igual: Los mismos muebles, las mismas pinturas y hasta algunos avox. Nos acomodamos en los sofás. Yo estaba esperando a Miles que había prometido venir antes del desfile. Tenía que hablar con él. Teníamos que hacer algo por Katniss.
En la conversación que mantuvieron me enteré de que los tributos eran viejos conocidos del colegio, y que habían dictaminado protegerse el uno al otro durante todo el tiempo que se quedaran en la arena. No escuché mucho más porque pronto sonó el ascensor avisando de una nueva llegada. Salí pitando hacia allí y me abalancé sobre Miles. Mi cuerpo era viejo, pero aún podía resistir a esos trotes. Al fin y al cabo los juegos hacen mella en ti para el resto de tu vida.
-Miles, tenemos que hablar, ha pasado algo que… -Me paso el pelo por detrás de la oreja y desvío mi mirada al suelo.
-Lo sé, yo también he visto las cosechas. ¿Tenemos alguna posibilidad de ayudarla? –Dijo mientras me elevaba la barbilla y me obligaba a clavar mis ojos en sus profundos y grises espejos del alma.
No quería mentirle. No había muchas posibilidades…Así que me lancé a llorar. Él me pasó un brazo por los hombros y me llevó hasta mi habitación donde nos sentamos sobre la cama. Él me acariciaba el pelo y yo sollozaba mientras tanto explicándole nuestras limitadas oportunidades de ayudarla.
-De acuerdo, vístete, acompaña a tus tributos y ejerce como la buena mentora que eres. Yo voy a echar un vistazo. Intentaré acercarme a ella. –Me dio un leve beso en los labios y me guiñó el ojo al salir por la puerta.
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Dos horas más tarde me encontraba sentada en un palco esperando el inicio del desfile. Ninguno llamaba especialmente mi atención, ni siquiera los de mi distrito con las típicas ropas de nuestro distrito. Ambos parecían muy asustados tras haber conocido a la competencia…No sería un juego fácil para ellos al pasar la Cornucopia, si es que conseguían pasarla… Me reprendí mentalmente por tener aquellos pensamientos negativos y me concentré de nuevo en los demás distritos. Me llenó de gozo, y de miedo al principio, ver a Katniss envuelta en llamas en su carro. Deslumbraba enormemente junto a su compañero, ambos con un traje ignífugo. El público no dejaba de aplaudir con entusiasmo. Les tiraban rosas y gritaban sus nombres, sobre todo el de ella. En un momento, Peeta le agarró la mano. A Katniss el gesto no le gustó mucho, pero finalmente accedió. Eso me provocó ciertas risas y algún suspiro… Tan jóvenes y con esas vergüenzas.
Antes de que acabara el discurso de Snow nosotros ya habíamos llegado al lugar donde los carros volverían en cuestión de segundos. Recibí con alegría a mis chicos y les felicité por su traje. Observé de lejos a Katniss hablar con su mentor, Haymitch. Querría haberme acercado, pero me limité a encogerme de hombros y a volver a nuestra planta con el resto del equipo.
Quedaban por delante tres días de duro entrenamiento más el día de la entrevista. Cuatro días que yo aprovecharía para buscar patrocinadores. Pero no para mis tributos, cosa que sentía enormemente, sino para Katniss.  La cena fue rápida y pronto estábamos cada uno en nuestras habitaciones. Yo caí rendida nada más tumbarme.
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El momento de la entrevista por fin llegó. Los tres días anteriores había conseguido, no sin esfuerzo y algunas promesas, un par de patrocinadores para Katniss… Esperaba que eso sirviera en un principio. La mayoría de los tributos de los primeros distritos alardeaban de su categoría como seres letales, pero a partir del cuarto se veía una clara decadencia de la condición física y de la seguridad que tenían en sí mismos. Dieron breves y tímidas respuestas. Volvieron y nos quedamos en una sala junto con otros tributos que ya habían acabado y sus mentores.
Cuando llegó el turno del distrito 12 me quedé sin habla de lo preciosa que estaba ella con aquel deslumbrante vestido rojo. A pesar de su máscara de frialdad y fuerza, su voz se quebró ligeramente cuando le preguntaron sobre Prim… La gente del Capitolio era verdaderamente mezquina y muy poco sensible cuando preguntaban sobre esas cosas sabiendo que había posibilidades de no volver a ver a su hermana. Al dar vueltas sobre su vestido se vieron algunas llamas que dejaron con la boca abierta a más de un espectador, y después se acabó su entrevista. A continuación vino Peeta. Parecía que su estrategia era caer bien, puesto que no dejó de hacer bromas en el transcurso de la conversación. Pero hubo un momento en el que Peeta confesó su amor…su amor por Katniss. Nadie se esperaba eso. Estaba segura de que más de una persona pensaba que aquello era una mera estrategia, pero yo podía ver en aquellos ojos un amor tan intenso como el que yo sentía hacia Miles cada vez que lo veía. Desde aquel momento decidí que Peeta era de la familia para mí, quería que ese chico estuviera con Katniss y la cuidara, aunque sabiendo el genio de ésta dudaba enormemente que se dejara.
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A la mañana siguiente nos despertaron pronto y acudimos al desayuno. Ethan y Tara no querían comer, pero les obligamos a hacerlo puesto que no sabrían cuando sería la próxima vez. Al final accedieron a regañadientes, pero la cara de susto que había en sus semblantes era algo que no podía obviarse. Llegada la hora nos dirigimos al ascensor y acudimos al helicóptero que nos llevaría a la arena creada para la ocasión. Entonces me di cuenta de que no había tenido oportunidad de hablar con Katniss. Si moría –Cosa que no quería pensar-nunca sabría que yo era su abuela.
Aparté momentáneamente aquello de mi cabeza y acompañé, junto con Henry, a los tributos hasta las salas desde las cuales partirían a la arena. Entré con Tara en la que estaba más alejada. Se oía la cuenta atrás y ayudé a la joven a ponerse la ropa que llevaría durante los juegos. Quedaban 20 segundos. Ella debía entrar. Le apremié pero ella se abrazó a mi cintura y se negaba a soltarse. Tenía el rostro lleno de lágrimas, pero tuve que empujarla delicadamente hasta la plataforma y una vez allí ella dejó de llorar. Parecía que de pronto se hubiera vuelto consciente de que estaba a punto de salir a una muerte segura. La plataforma comenzó a ascender y ella me lanzó una mirada suplicante. Salí de allí y me reuní con Henry. Salimos del lugar y regresamos al helicóptero. Quería que aquello acabara lo antes posible.
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Katniss había ganado. Junto con Peeta. Ellos habían roto las reglas, su amor había podido con el sistema legislativo. Pero sabía que Snow no iba a dejar esto pasar. Él era demasiado orgulloso. Debía estar al lado de mi pequeña, aunque aún no estaba preparada para hablar con ella. Los juegos eran algo muy duro que creaba traumas difíciles de superar si había alguien ahí que te daba problemas. Ya habría tiempo de contarle la verdad.